By Cristal Fernández
Como en cualquier pueblo, cada cultura tiene sus historias y leyendas. En el caso de este atolón y su gente, los más viejos de la población dicen que hay una criatura sumergida en las profundidades; muchos aseguran haberla visto, que es un monstruo, una cosa enorme. Durante los días festivos, celebran sus creencias y lo más interesante son las historias que cuentan en la noche a la luz del fuego de las antorchas y fogatas. El viejo Martín, uno de los ancianos más sabios de la isla, comenzó a contar la historia que él mismo vivió.
— Siéntense que ahora les contaré la historia que yo mismo viví con el monstruo del océano. Tenía dieciocho años cuando por fin me dejaron ir a una de las islas vecinas. El camino no fue largo pero lamentablemente, de pronto las aguas comenzaron a molestarse y una ola enorme arrasó conmigo y el bote en el que andaba. Afortunadamente el barco no se hundió pero encalló en unas rocas; muchos me dijeron que estaba alucinando pero yo sé lo que vi.
— ¿Qué fue lo que viste, Martín? — Preguntó un niño.
— Lo ví, vi a esa terrible criatura. Era enorme. Su piel era brillante y lisa; su cabeza era ancha y sus ojos parecían dos bolas de fuego. En ese momento pensé que iba a ser mi fin, pero entonces una ola me hundió y no supe más de mí hasta que unos pescadores me encontraron en la playa.
— ¡Ja! Eso solo son patrañas — replicó Fausto — ; te diste muy duro en la cabeza, Martín. Es imposible que haya un monstruo así cerca de nuestras aguas; y si así fuera, yo ya lo hubiera visto.
— Puedes llamarme loco si quieres. La verdad algún día saldrá a la luz…
Una mañana, todo aparentaba estar normal, como cualquier otro día, pero el viejo Martín no sentía la misma tranquilidad. Había una sensación pesada en el aire, una tranquilidad agobiante… Se escuchó un estallido de lejos, los gritos provenían del puerto de pescadores. Todo el mundo corría asustado; el puerto estaba destruido y varios hombres habían caído al agua. Tal como había anticipado Martín, todos iban a saber de la existencia del monstruo.
Ese día, hubo demasiadas pérdidas, todos los habitantes decidieron resguardarse en el centro de la isla, por nada del mundo podían acercarse a las playas. Los más valientes hombres decidieron hacer un plan para acabar con la bestia… pero solo murieron en el intento.
Martín, aunque no sabía mucho de esta bestia, conocía a alguien que podía ayudar. Aunque Goran era uno de los habitantes más antiguos de la isla, muy pocos habían escuchado hablar de él. Goran no era como los demás habitantes. Era un hombre gigante y fuerte que a pesar de su tamaño nunca había causado problemas.
Martín decidió tomar la iniciativa e inició un viaje hacia el otro extremo de la isla, cruzando por bosque hasta llegar a las montañas más altas que allí se encontraban. El viaje fue agotador pero por fin pudo llegar adonde habitaba Goran.
Llegando a la cima, Martín escucha una voz:
— ¿Quién osa venir a mi casa sin ser invitado? — Habló Goran con un tono grave y fuerte.
— Disculpe el atrevimiento… — Respondió Martín con voz temblorosa. — Me llamo Martín y vine a pedirle ayuda.
— ¿Qué tipo de ayuda quiere de mí?
— Usted es un hombre fuerte; no hay hombre cuya fuerza se compare con la suya… Del otro lado de la isla, se encuentra una serpiente marina posada en nuestras playas causando terror y muerte entre los habitantes. Usted es nuestra única esperanza para acabar con la bestia.
— Me apena lo que me cuentas… Vamos, te ayudaré.
Juntos partieron al centro del problema… Todos en la aldea se quedaron estupefactos al ver a Goran. Martín presentó a Goran ante el pueblo, pese a que estuvieron todos de acuerdo con que Goran los defendiera, para muchos era difícil de creer lo que veían sus ojos. Al día siguiente todos se prepararon para el ataque. Goran estaba listo… Silenciosamente, rodearon a la serpiente y le lanzaron bolas de fuego. La serpiente despertó con una furia voraz, y en escena entró Goran a utilizar su fuerza. Fue una lucha arriesgada y parecía que la serpiente iba a ganar la batalla. Goran tomó una enorme roca y rápidamente estampó la peña en la cabeza de la serpiente y esta reventó, cubriendo a Goran y sus alrededores con los fluidos que tenía dentro.
Por fin la amenaza había culminado, todos estaban agradecidos y felices por la ayuda de Goran, Goran también se sentía feliz por haber ayudado y emocionado por el nuevo manjar para su cena. Todos en la aldea le ofrecieron agradecimiento y lo invitaron a ser parte de la comunidad por haber salvado el pueblo. Goran partió a su hogar nuevamente, pero ahora cada día festivo regresa a visitar a todos.