By Ashly Granados Coreas
“¡Auxilio!”, gritó con fuerza, pero nadie la escuchó y empezó a sentir cómo cada parte de su cuerpo se rompía lentamente. Entonces lloró, le rogó, pero fue en vano. “¡Por favor!, para, ¡me está doliendo!” fueron las palabras de una criatura que moría. Tu brutalidad pudo con su fragilidad y la mataste. Dañaste a una persona que apenas empezaba a vivir siendo tú el que debería morirse. La marcaste de por vida y será una mancha que ella no olvidará nunca. Tú ahora vives tu vida, como si nada hubiera pasado. Que Dios te bendiga, hombre insensible, algún día pagarás tu fechoría.